Hola, amigas. No sé muy bien si necesito consejos o sólo desahogarme, espero que cualquiera de las dos cosas me ayude.
Estoy casada desde hace 10 años y tenemos dos hijos. Yo tengo 37 años y mi marido 33. Y él es mi problema. Lo primero que tengo que decir es que le quiero muchísimo, y creo que él a mí.
La cosa empezó hace unos tres años. Hasta entonces habíamos sido muy felices, pero entonces su empresa lo envió a un país del Este para montar la filial allí. Tenía que viajar más o menos cada 2 meses y permanecer unos 10 días. A partir de empezar esos viajes él empezó a cambiar: cada vez era más indiferente y hablaba menos. Hace dos veranos me dijo que vendría una compañera de trabajo de allí a pasar dos semanas con nosotros porque quería buscar trabajo en España. Bueno, vino y se alojó con nosotros. Se mostraba muy posesiva con mi marido, exigiéndole que la llevase aquí y allí. Un día me dijeron que tenían que ir a Portugal porque había surgido un asunto del trabajo muy urgente, y se fueron un fin de semana. Ya sé a qué suena todo ésto, pero él me ha jurado siempre que no ha habido nada entre ellos jamás, y yo no he visto nada. El siempre era cortés con ella, pero no parecía interesado.
Un mes después mi marido volvió a viajar a su país, y cuando volvió estaba enfermo. Pasó casi una semana en cama, al parecer con una intoxicación, pero negándose a ir al médico. Cuando se recuperó, ya no era el mismo. A veces parecía que me odiaba, no me hablaba. Si le preguntaba, me contestaba que lo dejase en paz, que estaba cansado. Sin exagerar, esas fueron las únicas palabras que le oí decir durante los 3 meses que aguanté. Al fin le dí a elegir: solucionar las cosas o la separación. Se derrumbó y me dijo que se sentía enfermo, cansado, pero que el médico le decía que no tenía nada. Empezamos a peregrinar de médico en médico, hasta que dimos con uno que por fin acertó con su enfermedad.
Pasó casi un año, y las cosas parecían ir mejorando cuando el verano pasado me dijo que volvía aquella mujer, pero esta vez de vacaciones con su marido y su hija. Mi sorpresa fue que vino sola con la niña, su marido al parecer se negó a venir en el último momento. Como no tenían bastante para pagar el hotel, tuvimos que alojarlas. Se pasaba los días hablando con él, y cuando yo entraba se callaba; le pedía que la llevase a la playa, de compras, a visitar otras ciudades...El la llevaba donde quería, y a mí me comían los celos.
Bueno, se fue por fin, y mi marido dejó la empresa porque estaba harto de viajar. Y ahí nos estancamos. El sigue el tratamiento de su enfermedad cuando le da la gana, aún sabiendo que cuando lo deja el cansancio lo tumba, y eso es lo que hace: tumbarse a dormir cuando tiene un minuto libre. No sale jamás con los niños, dice que es un rollo; ha dejado totalmente el deporte, que es esencial para su tratamiento, y ha engordado bastante. Ya no tenemos prácticamente relaciones sexuales. Hace año y medio, cuando empezó a recuperarse, decidió que sería como obligación los viernes, luego empezó a poner excusas: que si estoy cansado, que si me duelen las piernas, que si me ha sentado mal la cena. Tiene excusas de todos los colores. Si le digo algo, se enfada y dice que soy una egoista que sólo pienso en mi y que no me importa que él se encuentre mal. Para irse a tomar algo con sus amigos, sin embargo, no se encuentra nunca mal. El caso es que si hacemos el amor 2 veces al mes ya parece que haya escalado el Everest, y me lo recuerda cada dos por tres, como si fuese la gran hazaña. Su expresión favorita es: "Ya te he dado tu dosis, ¿qué más quieres?". Al principio tenía gracia, pero ya no. El me dice que es feliz, que está muy bien como está, y que ni me ha engañado ni lo hará porque no quiere poner en peligro lo que tiene por una tontería. Yo no soy feliz.
Estoy empezando a llorar otra vez. Parece que no sé hacer otra cosa últimamente. No sé si se entenderá algo de lo que he contado. Es muy largo, pero así y todo me he dejado mucho en el tintero. Gracias por escucharme, y os agradeceré lo que me digáis.